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domingo, 16 de enero de 2011

'Shakespeare enamorado', superficial divertimento

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avatar Adrián Massanet 15 de enero de 2011

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“El teatro no enseña nada acerca del amor. Puede hacerlo bonito, cómico o lujurioso, pero no puede hacerlo verdadero”

- Reina Isabel I de Inglaterra (Judi Dench)

La cosa es como sigue, y prometo reservarme lo más cáustico para el final: centenares de miles de personas ven una película supuestamente brillante y magnífica, que goza de un gran empaque y de una producción muy esmerada, y la gran mayoría sueltan la aséptica expresión “qué bonita” cuando abandonan la sala, creyendo más que justos sus siete Oscar y los millones recaudados en medio mundo. Lo que muchas de esas personas no saben, entre otras cosas porque, como es lógico, les importa poco, es que eso que han visto en pantalla es un producto calculado muchos meses, quizá años antes, para provocar esas sensaciones exactas en el espectador, ganarse su favor, y encandilarles. No tiene nada de malo, pero viendo ‘Shakespeare enamorado’ (‘Shakespeare in Love’, John Madden, 1998), trece años después, la propuesta sabe a poquísimo, más bien a casi nada, y se sorprende uno de que fuera elegida por los californianos como la mejor película del año y el gran éxito que conoció.

Lo que en un principio iba a protagonizar Julia Roberts, que no pudo convencer a Daniel Day-Lewis para interpretar a Shakespeare, y que iba a ser dirigido por el sosainas de Edward Zwick, fue levantado algunos años más tarde por la ya desaparecida Miramax, que contrató a un director más bien mediocre como John Madden, le dio el papel estelar a Gwyneth Paltrow, fue inteligente agregando media docena de actores británicos en verdad geniales, y ya tenían montada la película de prestigio (con aire europeo, histórica, con historia de amor) del año. Pero lo que es cine, cine de verdad, más bien poco. Un divertimento trivial, con algunos buenos momentos aislados, un reparto espectacular, y una recreación histórica aún más espectacular. Un bombón relleno de aire, de los muchos que nos llegan de Estados Unidos cada año, que eclipsan otras películas muchísimo más importantes. Pero así están las cosas.

Vamos por partes, que diría Jack el destripador: a mí que a los guionistas Marc Norman y Tom Stoppard les de por inventarse los avatares de la escritura de la mítica pieza ‘Romeo y Julieta’, escrita por Shakespeare a finales del siglo XVI, a la vez que convierten al dramaturgo en un hombre bastante atolondrado (quizá lo fuera, antes no existían redes sociales para consignar toda tu vida), y que inventen una historia de amor que sirve de inspiración para el escritor, amén de media docena de decisiones más con las que no estoy de acuerdo, lo cierto es que me da igual. Si el guión no hubiera sido un cúmulo de trampas tan habilidosamente levantado cual montaña de naipes (y por tanto tan susceptible de venirse abajo con el soplido de cualquier argumentación seria), si la puesta en escena de Madden no fuera tan increíblemente impersonal, académica y carente del mínimo riesgo o audacia visual; en pocas palabras, si lo que propusieran, por muy ficticio y delirante que se quiera, hubiera tenido cine dentro, por mí como si convierten a Shakespeare en un travesti y a La Rosa en un burdel. Pero, claro, va ser que no hubo esa suerte.

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No voy a decir yo eso de que ‘Shakespeare enamorado’ es una basura, o que es mala película. No lo es. Divierte y está hecha con gran profesionalidad. Sólo sirve para un visionado, claro, pero hay muchísimas que ni eso. Lo primero que llama la atención es el cuidado aspecto meramente escenográfico de la historia, responsabilidad del diseñador de producción Martin Childs, de los directores artísticos Steven Lawrence y Mark Raggett, y de la decoradora Jill Quertier. Existe en esta película un gran amor por el detalle y un anhelo por homenajear una época fascinante, en la que los genios literarios emergían poco menos que del barro, la mujer era poco más que una mercancía, y los reyes hacían poco más o menos lo que les venía en gana. Siendo, porque lo es, un cuento de hadas de final triste, se percibe de forma notable un mundo y una cultura ya desaparecidos, y se perciben como algo real, no impostado. A ello hay que sumar el soberbio diseño de vestuario de Sandy Powell (casi nadie, habitual de Neil Jordan, Martin Scorsese o Todd Haynes), que añade un colorido espectacular a este relato.

No son los únicos talentos. Eso sí, creo que Joseph Fiennes es un actor bastante limitado para interpretar a Shakespeare. Pero Paltrow está maravillosa, en un papel que es un regalo para ella. En posteriores años esta actriz ha dado mucho menos de lo que prometía, pero aquí está perfecta. A su lado, formidables secundarios. Nada menos que Colin Firth (que este año suena muy fuerte para llevarse el Oscar a mejor actor por ‘El discurso del rey’ (‘The King’s Speech’, Tom Hooper, 2010)), Judi Dench, Geoffrey Rush, Tom Wilkinson, Imelda Staunton...que se dice pronto. Con gente tan fabulosa, y con alguna estrella resultona como un Ben Affleck, que parece totalmente fuera de lugar, Madden sabía que tenía media película hecha. Y él sabe engatusar bastante bien con rizos y formalizaciones vistosas, pero huecas, contando una historia de amor como millones se han visto ya.

Como comedia funciona bastante bien. Tiene ritmo y algunos diálogos ingeniosos. Nada del otro mundo, comedia de cierto buen gusto. Como historia de amor es bastante ñoña. Y como acercamiento a una figura tan grande como Shakespeare, se queda en una peliculita para adolescentes, porque no sabe ofrecer una visión realmente poderosa, por muy diferente que sea, de un mito así. Durante los primeros quince o veinte minutos, el juego hace gracia, pero en la parte final es bastante poco creíble, cuando ya todo ha quedado fagocitado por una historia de pasión y de pérdida sin el menor interés, más que nada porque Paltrow y Fiennes tienen química cero entre los dos, y porque los relatos de esta clase, filmados además de una forma tan pacata, dejaron de emocionar hace como medio siglo, si es que alguna vez emocionaron de verdad. A veces pareciera que el cine americano (porque esto es americano cien por cien, que nadie se lleve a engaño) se quedó estancado en 1950 y de ahí no hay quien lo mueva.

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Para pasar una tarde más o menos llevadera, no está del todo mal. También se puede hacer algo mejor con las tardes, sobre todo ahora que empieza el Abierto de Australia. Siete Oscar para esta comedia son desproporcionados a todas luces. “Venció” a la gran película de Steven Spielberg ‘Salvar al soldado Ryan’ (‘Saving Private Ryan’) y a una obra de arte como ‘La delgada línea roja’ (‘The Thin Red Line’, Terrence Malick), en un año en el que también vimos la magnífica ‘Aflicción’ (‘Affliction’, Paul Schrader) o la conmovedora ‘Dioses y monstruos’ (‘Gods and Monsters’, Bill Condon). Creo que Shakespeare se merecía algo más que esto.

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